miércoles, 28 de noviembre de 2012

martes, 27 de noviembre de 2012

Halloween 2.012

Como dijo @FroyMonteverde, es difícil verse más geek que los originales. Estuvo increíble.





viernes, 16 de noviembre de 2012

El carro que rebosó Caracas

Esa mañana la niña Andrea estaba de cumpleaños. Su padre, el señor con plata del este - del este - de Caracas le compró lo propio para una joven de 20 años: un carro.

A kilómetros de ahí, en Montalbán, el abuelo Juan decidía que era un buen día para salir a visitar a su amigo Andrés que vivía en La California, poco sacaba el carro viejo pero le había dicho su nieto que ya el metro estaba imposible.

En la 4ta transversal de la Castellana, Carlos se montaba en su - recién salida del taller -camioneta 4x4 y ponía un regetón trancao a todo volumen para prepararse para irse a la universidad.

Fueron tres carros más, tres carros bastaron.

Los conductores no se dieron cuenta de que algo estaba pasando hasta que fue muy tarde, para el momento en el que Andrea se incorporó a la autopista todavía existía la esperanza de, eventualmente, llegar. Cuando se incorporó el abuelo Juan se trancó más la cosa, pero la gota que derramó el vaso fue Carlos, se metió como pudo entre dos carros olvidando aquello de que volumen es igual a ancho por alto por profundidad, y se acabó.

En todas las calles de Caracas habían carros, carros tras carros y más carros en colas que ya no tenían a dónde moverse. Los avispados conductores intentaron el truco de desintegrar los carros que los obstruían con sus cornetas, pero ni eso funcionó. Los más arriesgados se atrevieron a gritar improperios al aire pero a la cola no le importó.

Los fiscales salieron de donde sea que salen los fiscales a sumar esfuerzos para mejorar el tráfico y lograron que la cola se moviera 10 centímetros. La celebración fue enorme, hasta que se dieron cuenta que lo que en realidad había pasado era que la chica en la punta de la cola - por allá por Caricuao - en un acto increíble de amor por el prójimo había dejado de usar el Twitter y había decidido prestar atención y avanzar hasta donde podía.

El gobierno decía que era culpa de la oposición, la oposición daba ruedas del prensa diciendo que el gobierno estaba bien pero que la culpa era de Chávez, la patilla mostraba fotos de Rosinés manejando 50 carros al mismo tiempo por la Av. Victoria.

Mientras, los afectados conductores comenzaban a resignarse y los buhoneros a vender antenas de directv con decodificadores que se conectaban directo al cargador del carro. Eso mejoró mucho el ánimo.

El presidente ganó 10 puntos en las encuestas al declarar que cada conductor era dueño del pedazo de asfalto debajo de su carro, y que el pueblo soberano podía decidir qué hacer con él. Algunos hicieron pequeños jardines, otros salas de juego y los más acaudalados piscinas. Algunos carros ya alcanzaban los 5 pisos y alojaban a varias familias, el alquiler de un piso variaba de acuerdo a la zona. Las empresas se mudaron a las gandolas y los ministerios a los camiones 350.

La gente se acostumbró, comenzó a caminar para llegar a su trabajo y la calidad de vida mejoró. Hasta ese día en el que alguien se dio cuenta de que entre los carros aún cabían motos. Y entonces todos salieron en manada a comprar motos...

Esa mañana la niña Andrea estaba de cumpleaños. Su padre, el señor con plata del este - del este - de Caracas le compró lo propio para una joven de 20 años: una moto.


jueves, 1 de noviembre de 2012

...

We'll meet again. Don't know where, don't know when...
We'll meet again some sunny day (:


jueves, 11 de octubre de 2012

Hubo una vez un 7 de Octubre

A las 4:30 a.m. estábamos ya vestidos y alborotados. Digo estábamos por dos, porque estábamos el esposo mío y yo, ahora como familia, y porque estábamos ya los compañeros de innumerables luchas, como hermanos, todos a pie de cañón. La emoción creciendo en pecho y el primer cigarro fue nuestra forma de darle los buenos días a una Venezuela donde finalmente aclaraba la mañana.

Siempre he contado que a este régimen hay algo que nunca podré perdonarle y algo que nunca podré pagarle. Jamás le perdonare las rajas destructivas que nos dividieron en venezolanos y apátridas, en revolucionarios y escuálidos, en héroes y majunches (claro que, siempre me llevé la peor parte). Y por otro lado jamás podré pagarle por la gente, porque en los años que llevo luchando he tenido el orgullo de tener a mi lado a venezolanos que hoy son más que amigos, con lazos que en realidad no pueden explicarse. A ver, tener que confiar que la persona que tienes al lado te sacará de un mar de gas del bueno, que te cargará antes de que te alcancen los perdigones y que jamás, jamás le dirá a nadie quién eres ni qué sabes, sencillamente está por encima de cualquier nivel de compañerismo o de camaradería al que pueda referirme.

Y a esa gente fue la que conseguí a primera hora de la mañana el domingo, entusiasmados, con ojeras y con una sonrisa en la cara de estar otra vez en casa, porque compartimos un hogar común y el hogar es siempre donde está la lucha. Así, todos juntos, y con caras nuevas, comenzamos el día con café endulzado con ganas para Venezuela.

Trabajamos como burros, nos compartimos las funciones, nos saltamos procedimientos y cometimos errores (siempre de buena fe), convencidos de que estábamos rodeados por el mejor equipo que el dinero no puede comparar. Con toda responsabilidad digo que el domingo hubiese entregado la vida antes de que a cualquiera de “mis niños” les pasara algo. No soy madre todavía, pero espero que todo el cuento vaya más o menos como se sintió eso.

En algún punto del día, como toda Venezuela, la esperanza se apropió del salón. Y reíamos y nos veíamos como jamás nos habíamos visto antes: en libertad. Me di cuenta de que las caras de mis amigos eran caras jóvenes, que éramos/somos una cuerda de carajitos, y los vi, por primera vez, con ojos limpios de angustias divisando un futuro más sencillo. Lo sentí, lo probé y me gustó. Fueron sólo minutos pero fue suficiente.

Está demás decir que la esperanza duró poco.

Fueron años de lágrimas lo que derramaron “mis niños”, los más chiquitos, me vi en ellos hace unos años y entendí por qué envejecemos tan pronto. Nosotros “los viejos” sólo veíamos algún punto en el vacío de la noche, más allá del tonel de fuegos artificiales, con ojos secos (llega un momento en que sabes cómo hacerlo).

Recuerdo que una de las niñas me preguntó “Nita ¿qué hacemos?” y lo único que atiné a responderle fue “no sé, creo que cada quien tiene que lidiar con esto de la forma en que lo sienta”. No tenía cara para pedirle más. No tenía fuerza para darle fuerza. No podía.

Nos separamos, cada quien a lidiar con su duelo a su forma. Manejé hasta mi casa y ahí, ya sólo con mi esposo y un gran amigo lloré largo y tendido como debe hacerlo cualquiera con un guayabo tan grande.

Hoy ya siento que estoy de pie, y esta derrota al final me deja un saborcito a victoria… después de tantos años uno se cansa de luchar, pero haber visto las caras de mis amigos, sus ojos, sus gestos en libertad me recordó hacia donde es el camino. Y voy a dar hasta el último segundo de mi vida para que, más temprano que tarde, puedan ser, finalmente, los chamos que deberían poder ser. No recuperaremos los años de lucha, pero aún nos quedan muchos por vivir, y los vamos a vivir libres.

…gracias por eso

lunes, 18 de junio de 2012

Los para siempre van de

que me paro 15 minutos antes de la hora a hacerte café.
que te levantes a buscarme agua tibia de madrugada.

El día más bello de un bello (bellísimo) abril - 21.04.2012

Fotos por: Omar (Hiro) Salas (¡Gracias!)

21.04.2012

¡Gracias a todos, fue increíble!