Esa mañana la niña Andrea estaba de cumpleaños. Su padre, el señor con plata del este - del este - de Caracas le compró lo propio para una joven de 20 años: un carro.
A kilómetros de ahí, en Montalbán, el abuelo Juan decidía que era un buen día para salir a visitar a su amigo Andrés que vivía en La California, poco sacaba el carro viejo pero le había dicho su nieto que ya el metro estaba imposible.
En la 4ta transversal de la Castellana, Carlos se montaba en su - recién salida del taller -camioneta 4x4 y ponía un regetón trancao a todo volumen para prepararse para irse a la universidad.
Fueron tres carros más, tres carros bastaron.
Los conductores no se dieron cuenta de que algo estaba pasando hasta que fue muy tarde, para el momento en el que Andrea se incorporó a la autopista todavía existía la esperanza de, eventualmente, llegar. Cuando se incorporó el abuelo Juan se trancó más la cosa, pero la gota que derramó el vaso fue Carlos, se metió como pudo entre dos carros olvidando aquello de que volumen es igual a ancho por alto por profundidad, y se acabó.
En todas las calles de Caracas habían carros, carros tras carros y más carros en colas que ya no tenían a dónde moverse. Los avispados conductores intentaron el truco de desintegrar los carros que los obstruían con sus cornetas, pero ni eso funcionó. Los más arriesgados se atrevieron a gritar improperios al aire pero a la cola no le importó.
Los fiscales salieron de donde sea que salen los fiscales a sumar esfuerzos para mejorar el tráfico y lograron que la cola se moviera 10 centímetros. La celebración fue enorme, hasta que se dieron cuenta que lo que en realidad había pasado era que la chica en la punta de la cola - por allá por Caricuao - en un acto increíble de amor por el prójimo había dejado de usar el Twitter y había decidido prestar atención y avanzar hasta donde podía.
El gobierno decía que era culpa de la oposición, la oposición daba ruedas del prensa diciendo que el gobierno estaba bien pero que la culpa era de Chávez, la patilla mostraba fotos de Rosinés manejando 50 carros al mismo tiempo por la Av. Victoria.
Mientras, los afectados conductores comenzaban a resignarse y los buhoneros a vender antenas de directv con decodificadores que se conectaban directo al cargador del carro. Eso mejoró mucho el ánimo.
El presidente ganó 10 puntos en las encuestas al declarar que cada conductor era dueño del pedazo de asfalto debajo de su carro, y que el pueblo soberano podía decidir qué hacer con él. Algunos hicieron pequeños jardines, otros salas de juego y los más acaudalados piscinas. Algunos carros ya alcanzaban los 5 pisos y alojaban a varias familias, el alquiler de un piso variaba de acuerdo a la zona. Las empresas se mudaron a las gandolas y los ministerios a los camiones 350.
La gente se acostumbró, comenzó a caminar para llegar a su trabajo y la calidad de vida mejoró. Hasta ese día en el que alguien se dio cuenta de que entre los carros aún cabían motos. Y entonces todos salieron en manada a comprar motos...
Esa mañana la niña Andrea estaba de cumpleaños. Su padre, el señor con plata del este - del este - de Caracas le compró lo propio para una joven de 20 años: una moto.